martes, febrero 27, 2007

Por suerte no tengo cerebro

Si fuera un auto viejo, como el del garaje de casa, estuviera de lo más tranquilo ya que como soy un auto viejo, no tengo cerebro o dicho de mejor manera no tengo una central de proceso para controlar la inyección de combustible y demás cosas electrónicas que tiene el auto.

Y ciertamente, el cerebro es un aparato interesante para mejorar el desempeño del auto, lastimosamente en Quito es una de las piezas favoritas para ser robadas.
El otro día logré ver a 4 autos en línea sin poder moverse a causa que no tienen su cerebro y creo que logre ver como abren un auto a las bravas y con una palanca digna para clases de física.

Y no es cuestión solamente de la falta del cerebro, los talleres que montan los cerebros robados, los mismos ladrones, el tráfico de repuestos en las concesionarias, para mi son más graves las marcas que para robar los cerebros y otras piezas rompen los tableros o se abren las puertas con barras, puertas que claramente quedan descuadradas y sin poder cerrarlas nuevamente. La puerta sin poder cerrarse bien nunca más en la vida es como la cicatriz que te debe quedarte luego de una lobotomía. Existen claro las cicatrices que dejan en los dueños de auto, pero eso es otro cantar.

Ahora bien, si nos ponemos a jugar con las interesantes analogías, tener un cerebro en el auto es malo ya que te lo pueden quitar, al igual que si tienes uno en la cabeza te lo podrían quitar también, para que compres uno nuevo.
Imaginémonos por un momento que los mejores cerebros humanos, los de última generación con una capacidad de aprendizaje impresionante o una capacidad lógica rápida, no puedan salir de la casa por el miedo a quedarse como zombies en medio de las calles de Quito, buscando de clínica en clínica un cerebro compatible a bajo costo que pueda servir para reemplazar al antiguo, ese cerebro que lo acompañó desde que salio de la “línea de ensamble”.
O será que es más factible que los cerebros estándar, los comunes pero útiles, —como los Chevrolet—son los más apetecidos. Los cerebros mediocres son los que tendrían que quedarse en casa. En fin, sobre la oferta se hace la demanda y yo en esas cosas no me meto.
Volviendo al escenario: las clínicas no se darían abasto y las aseguradoras no sabrían que hacer para parar las lobotomías clandestinas, entonces los huecos destinados para vender y reconectar cerebros serían los consultorios dentales de barrio.
Los dentistas serían los grandes beneficiarios de este negocio, las turbinas y las sillas reclinables serían los lugares donde se remonten cerebros, grandes, pequeños, con gases de solventes, con pocas neuronas, con problemas freudianos o mucho mejores que los que teníamos antes, con mejores performances.
Los robos bajo pedido aumentarían:
—¡Buenos días señor XX!, a mi marido se le robaron el cerebro de los hombros y como usted sabe anda como muerto viviente.
Hágame un favor, me puede conseguir uno de un tipo súper romántico, no importa si es o no muy inteligente, igual mi marido nunca lo fue.
¿O sabe que? Más bien consígame uno de un gay bien guapo, porque desde que me casé ya no tengo amigas y sería chévere tener una en la casa.

En fin, no sabrías como fue conseguido el cerebro o si un vicio se va a pegar con el nuevo cerebro.
Esperemos que este escenario nunca se dé. Y que el tener un cerebro de última generación, (en el auto y en los hombros) no sea causa de miedo. ¿O los que deben tener miedo son los cerebros estándar?

3 comentarios:

Unknown dijo...

GENIAL!!!

De los mejores textos que he leido en tiempos!

Anónimo dijo...

Me recordó a Heroes, ahí si tienes superpoderes te roban el cerebro.

La solución más fácil para no andar preocupado por los robos de cerebros: armar una banda descerebradora. Aunque en ese caso la preocupación llegaría cuando los índices de robos de cerebros bajen.

Unknown dijo...

Si fueras muy inteleigente, entonces tranquilo... nadi le roba un cerebro a un mrcedez...

Buenazo el post y a los tiempos, del tipo "pensamiento lateral" :-)